Escuchar las voces intersexuales

Texto publicado en El Plural Andalucía con motivo del Día de la Visibilidad Intersexual (26 de octubre, 2021). Aquí, el enlace a la publicación: https://www.elplural.com/autonomias/andalucia/escuchar-voces-intersexuales_277417102. En este sitio, presentamos una versión corregida y aumentada.

Gracias a Mari Carmen Díaz de KRISOL (Pro Derechos Humanos Intersex, Adriano Antinoo) y a Laura Inter, de Brújula Intersexual, por hacerlo posible.

¿Qué significa “visibilidad intersexual”? ¿Por qué es importante? En los movimientos sociales, la visibilidad es fundamental para iniciar un camino que conduzca hacia un cambio, hacia una mejora o una transformación de las problemáticas que les ocupa. No basta con aprender las bases conceptuales o nombrar los procesos sociales que configuran un problema. Es necesario, también, poner en duda la mirada propia, preguntarse en primera persona: ¿qué papel he desempeñado yo en la reproducción de esta problemática?

En el caso de la intersexualidad, la visibilidad es urgente, y la necesidad de un pensamiento crítico, es indispensable pero aún escaso. Inmersa como se encuentra en diversos espacios de lucha, los cuales le han conferido una cierta resonancia y alcance mediático amplio, las personas intersexuales seguimos luchando por hacernos escuchar y comprender ante un público que, con frecuencia, nos recibe con perplejidad. Sigue siendo común que, debido a las alianzas con los movimientos de la diversidad sexual y de género, siga confundiéndose la intersexualidad como una orientación sexual, una identidad o una expresión de género.

Todavía peor: ante el auge de retóricas transfóbicas en redes sociales, es común que la intersexualidad sea usada como un argumento para derribar los alegatos de un dimorfismo sexual idealizado; ello, antes que servir a una visibilidad de la intersexualidad, se traduce en escaramuzas que enturbian la comprensión de la intersexualidad, donde erróneamente se le presenta como un tercer sexo, o un cuarto, o un quinto; otras partes, de manera también desafortunada, reproducen sin criterio el lenguaje patologizante de las anomalías de la diferenciación sexual, o del DSD. Todo lo anterior solo contribuye a desorientar a las personas que intentan darle sentido a una experiencia de vida y a familiares que se enfrentan ante el desconcierto de lo inesperado, clasificado como enfermedad, aunque en la realidad, inclusive el conocimiento médico es limitado, sesgado, y a veces carente de evidencia científica que respalde la práctica que, no obstante, lleva a cabo.

La intersexualidad es el destino de nuestros cuerpos infantiles y juveniles. No nacimos intersexuales: la sociedad y la medicina nos convierten en intersexuales. La medicina, sin importar sus aspiraciones de objetividad, reproduce e informa el estigma y los prejuicios basados en la heterosexualidad de la sociedad. Crecemos desde ese momento enfrentando el acoso, la violencia, el abuso y la discriminación de la sociedad; enfrentamos la violencia médica, la violación a nuestra integridad física y a nuestra autonomía corporal, la pérdida de nuestro derecho a decidir; por nuestros cuerpos, las demás mujeres y los demás hombres pueden dormir tranquilos, sin jamás dudar de su sexo definido, verdadero.

La intersexualidad es lo que la sociedad provoca en nuestros cuerpos, y en nuestras trayectorias de vida: las disonancias de la experiencia cotidiana, de lo que se espera de nuestros cuerpos y de nuestro sexo, ese sexo que no es nuestro pero que nos es impuesto, no muy diferente a las demás personas, pero de una forma increíblemente cruel, sin importar cuán legítima sean las palabras de los médicos; lo que le pasa a una persona intersexual es responsabilidad de todas las personas que exigen el sexo como una verdad espontánea, aparente, evidente por si sola. Pero también son los silencios; la ausencia de un lenguaje para quebrarlo; la dificultad de darle sentido a las experiencias; el desconocimiento de las particularidades metabólicas, anatómicas, fisiológicas de nuestros cuerpos, porque la ciencia médica se ha esforzado en borrar nuestros cuerpos desde el primer momento en que somos identificados en falta por la mirada social, difractada a través de los ojos de los especialistas, de los endocrinos, de los urólogos, de los cirujanos, pero también de nuestras madres y de nuestros padres.

Desconocido. La imagen originalmente fue la portada de la revista Chrysallis: The Journal of Transgressive Gender Identities, 2 (5), 1997-1998

Hoy, conmemoramos un cuarto de siglo de lucha, desde ese 26 de octubre de 1996, cuando Morgan Holmes y Max Beck viajaron a Boston, y fueron acuerpados por Transsexual Menace, en aquella manifestación improvisada, como respuesta a la cerrazón de los asistentes al congreso estadounidense de pediatría. Mucho ha pasado desde entonces: los derechos de las personas intersexuales han sido reconocidos por Naciones Unidas, pero ello está pendiente de trasladarse a la política pública de sus Estados miembro, y a legislación que proteja efectivamente esos derechos que hoy siguen siendo violados en momentos en que no existe la palabra intersexual, ni lo que esta encierra, y no solo reproduzca retóricas de inclusión. ¿Por qué es importante la visibilidad intersexual? Porque no basta una ley que reconozca el derecho a la autodeterminación o a la identidad de género de una persona intersexual, si ello implica caracterizarle como una otredad, como una tercera casilla donde quepa todo lo que no cuadre en nuestra expectativa dimórfica.

Hoy, existen comunidades de personas intersexuales, redes multinacionales, regionales, internacionales. Las personas intersexuales hemos alzado la voz desde hace veinticinco años y un poco más, y hemos documentado nuestras experiencias, desde la voz trémula de quien no encuentra palabras para describir una memoria huidiza y que a veces se siente inverosímil, porque es de no creerse que eso le haya pasado a unx. Nos hemos armado de valor y hemos escrito, filmado, fotografiado, dibujado, esculpido, gritado nuestras cicatrices, nuestro dolor, nuestra rabia; hemos danzado con la depresión, la ansiedad carcome nuestra carne, lo que es fácil para muchos, para nosotrxs es complicado, enrevesado, y de pronto, no se entiende por qué tiene que ser así; pero nos hemos encontrado, y nos hemos escuchado. Las comunidades de personas intersexuales son comunidades de saberes, saberes desdeñados por la sociedad bajo el pretexto de lo anecdótico, pero que en realidad habla más de una reticencia a conocer, a apre(he)nder nuestras experiencias y descubrir el papel que han jugado todo este tiempo. La ignorancia y la indiferencia mutilan. Y no nos equivoquemos: hemos sido mutilados; nuestro placer sexual ha sido desaparecido, y no hay fosa común ni paradero desconocido donde podamos recuperarlo, porque no es admisible que una niña pueda tener un falo que haga dudar al mundo de su sexo, porque no es admisible que una joven lleve en su vientre los testículos que han de producir las hormonas que necesitará, porque no es admisible que una criatura con hipospadias deba orinar sentado si ha de marchar por la vida como un varón. Esa es la visibilidad que hace falta en el mundo, a veinticinco años de Boston. No importa si estamos en Europa o en América Latina, o en África subsahariana o en el sudeste de Asia. Allí donde la medicina ha configurado una práctica clínica colonial, para el problema que los órdenes dimórficos idealizados del género han producido con nuestros cuerpos, ahí donde existe el miedo a la diferencia, materializada a través del sexo, ahí existe la intersexualidad, y ahí urge que la voces intersexuales sean escuchadas y sus realidades sean relatadas.

La intersexualidad es lo que otros han dicho, y hecho, de nosotrxs, que nacimos con variaciones de las características sexuales. Pero también es la palabra que nos llama al encuentro, a la resignificación, a la verdad, a la lucha por nuestros derechos. Es la palabra que ofrece la esperanza de sanar las cicatrices invisibles, y volvernos poderosxs, factor de transformación de la realidad, temibles ya no por la diferencia corporal que amenazaba el orden dicotómico, sino por la verdad que llevamos en nuestros cuerpos, y que estamos aprendiendo a hablar.

La visibilidad intersexual es escucha. Escúchennos.

Crédito: Inmensidades Fotografía.
Así se vivió la II Conferencia Interamericana y del Caribe de personas intersex