El texto que aquí se presenta, con mínimas correcciones de estilo, fue publicado originalmente en el fanzine Nosotrxs, intersex, coordinado y editado por Potencia Intersex. Puedes leerlo en Issuu: https://issuu.com/ve.nenx/docs/nosotrxs_intersex_final.

El activismo intersex al que me he dedicado durante los últimos años se enfoca en dar visibilidad a una problemática histórica, deliberadamente ignorada, que es vivida en primera persona y desde el cuerpo: desde los silencios que siguen a las preguntas, desde el deseo y temor a escuchar las respuestas, y desde otras prohibiciones y ansiedades. Desde un cuerpo así, desde aquí, desde donde pienso, siento, ansío y escribo, últimamente la pregunta más común que me hacen es: “¿quiénes son las personas intersex?”
Parafraseando a Paul B. Preciado, ¿qué más da lo que somos? La política de las identidades tiene como desventaja principal la exigencia de una homogeneidad, a estar presente en los integrantes de movimientos que se articulan en defensa y exigencia de sus derechos. La cosa con las identidades sexo-genéricas es que estamos acostumbrados a pensar en términos de lo que se ve. Y los cuerpos de las personas intersex han sido ocultados y borrados, la diferencia que intimida y desafía la mirada social, difractada a través de los ojos de especialistas médicos y de nuestros propios seres allegados, difuminada a través de trauma y cicatrices. ¿Qué más da cómo lucen, cómo lucían, cómo habrían lucido nuestros cuerpos? Importa, claro que sí, pero no a cualquiera. Nos importa a nosotrxs mismxs, que hemos sido ninguneadxs en el acceso a ese conocimiento, por el miedo en los ojos ajenos. Ustedes, endosex, que no han vivido las experiencias por las que hemos atravesado, ustedes ya tienen las respuestas a las preguntas sobre la configuración de nuestros cuerpos; ustedes, endosex, que han escrito tratados médicos, que han discurrido sobre nuestros cuerpos, escrito historias y alimentado los mitos y la pornografía a partir de nuestros cuerpos; ustedes, endosex, que ya tienen la palabra políticamente correcta, ya tienen la verdad científica, siempre han tenido la respuesta a quiénes somos, a qué somos, a qué son y qué no son nuestros cuerpos, ¿realmente quieren saber quiénes somos? ¿Qué más les da lo que somos?
A mi, intersex, no me interesan ontologías ancladas en explicaciones de la genética, llevadas a la justificación política de las exclusiones. A mi, intersex, tampoco me interesa reescribir la inclusión en lenguaje inclusivo (y si escribo con x, es porque hablo de nosotrxs, no de ustedes). A mi, intersex, me interesa, más bien, lo que puedo ser y hacer, lo que mi cuerpo puede y quiere, con sus tejidos insensibles, con sus ansiedades a flor de piel, aquí y ahora. A mi, intersex, me interesa que otrxs puedan también lo que nosotrxs ya no pudimos y ya no podremos. A mi, intersex, me interesa un poco menos que me ciñan otra vez al corsé de sus verdades verdaderas. A mi, intersex, me guía hoy el deseo justo de libertad para vivir y ser yo. Simplemente, yo.
Por eso existe un nosotrxs, intersex. Porque solo entre nosotrxs, todxs juntxs, podemos dinamitar las etiquetas maniqueas, los binarismos-y-no-binarismos, las luces-y-sombras, los normales-y-anormales, los humanos-y-no-humanos, los días-y-noches (y, para tal fin, los díasynoches-y-la-eternidad).
Nosotrxs, intersex, nos estamos juntando para imaginar y soñar el mundo del horizonte. Nosotrxs, intersex, somos lo que era improbable que se manifestara en el tiempo y en el espacio. Somos probabilidad vuelta hecho, que tensa la certidumbre de la física mecánica y la incertidumbre de la física cuántica. El imperio de opresiones trasladadas al “sexo verdadero”. Somos devenires en carne viva. Somos evolución en el mundo vivo. Somos vida.
Esa ontología, inquieta, incierta, calma tempestad en un lienzo interminable, es la única que importa.