Resistir

A Mara. Por estar ahí.

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Esta es mi primera publicación en ocho meses. En ese periodo de tiempo, he estado ausente de este espacio de reflexión, en modo alguno ociosa. En realidad, mucho ha sucedido: muchos encuentros en talleres, en seminarios, en charlas. Ocho meses de intensa labor de visibilización en todos los lugares que nos han abierto sus puertas. De crear lazos, alianzas. De resistir. De esto va el post. En clave personal.

Últimamente, las redes de Facebook y Twitter han sido el espacio privilegiado de divulgación de nuestras actividades colectivas, no solo de este proyecto, sino también ahí donde Brújula Intersexual ha hecho posible un sendero, ya pavimentado o apenas por surcar. En nuestras charlas, Laura Inter me había advertido de lo mucho que a menudo escribo en mi muro. Eso me mortificaba. Me daba cuenta que mucho del pensamiento que estoy generando a veces se quedaba en las pláticas de café. Muy disfrutables, pero sin ir más allá. Palabras pendientes de registrar.

En verdad, uno de los aspectos más importantes del activismo es el testimonio. Pero a veces perdemos de vista que un testimonio no es un registro monolítico de un pasado distante, sino que es la evidencia de un presente que late. El testimonio es también la expresión un deseo inacabado. El testimonio hace visible lo que el sistema contra el que testimoniamos se ha esforzado por disolver, por borrar, por eliminar. La medicina crea involuntariamente la intersexualidad, en la medida en que intenta resolver la ininteligibilidad que histórica y socialmente han representado los cuerpos con variaciones de las características sexuales. Pero también produce las condiciones en las cuales el testimonio puede resultar una tarea imposible. Pienso en este punto cuánto de mis inquietudes resuenan en aquella entrevista concedida por Mauro Cabral, en 2005. Mauro habla del dolor. Habla del testimonio. Habla de la intersexualidad como algo con lo que muchas personas nunca se identificarán, o como algo que han dejado atrás. Pienso en ese «estatus de normalidad corporal», que pareciera ser la medida empírica de éxito de la práctica médica. Ser intersexual no es haber nacido con un cuerpo sexuado cuyas características sexuales escapan a la norma; ser intersexual es ser devoradx y escupidx por norma. Hoy, alguien puede reivindicar una identidad intersexual; ¿qué querrá decir con eso? Quién sabe. Para mí, la intersexualidad solo es una identidad desde la política, lo mismo que ser mujer. Si nos vamos a definir por características corporales, estamos recayendo en las violencias que estamos denunciando. Ser intersexual es la experiencia de vida marcada por el estigma de no calzar en una categoría dicotómica de sexo. El estigma, irónicamente, no desaparece con la intervención médica: se reafirma. A unx bebé se le somete a una serie de procedimientos y tratamientos, «para corregir sus defectos congénitos». Si solo fuera así, que esx bebé pudiera mágicamente quedar «corregidx», y el orden normativo preservado. Pero, ¿el estigma? ¿Cómo se interviene la duda inicial de la mirada que produjo la intersexualidad? ¿Qué recesión, qué extirpación se hace para quitar la duda de la mirada de los vínculos afectivos inmediatos, por ejemplo, de la mamá que miró con desagrado o con preocupación entre las que fueron nuestras piernitas? Porque esa mirada trastoca el cuerpo, y trastorna la mente. Se materializa en los aspectos más sutiles de la vida cotidiana. Por ejemplo, en la preferencia por un deporte o por un juego, por un color o por otro, por las matemáticas o por el español (recuerdo que, cuando era niña, para mi era necesario ser tan buena en matemáticas como lo era en español, incluso más, porque competía contra los niños). O en el deseo: la niña de siete años que siente atracción por una compañera, por ejemplo. O, de manera más inevitable, en la menstruación que nunca llegará. O en la que llega por un artificio. O en los miomas causados por la terapia de remplazo. O en el vivírsela en el hospital, para corregir los errores de las cirugías anteriores.

Los médicos piensan que su labor en el hospital nos vacuna de aquello que pronosticaron: la soledad, el olvido, la frustración. Cuántas vidas de personas intersexuales no están atravesadas por soledades, por olvidos, por frustraciones, precisamente porque sus cuerpos fueron intervenidos, y sus vidas, trastocadas.

Cuántos silencios de esa mayoría silenciosa, que tantos médicos proclaman como su evidencia de éxito,  en realidad son silencios producidos por las palabras contenidas, o por la imposibilidad de quebrarlos ante la incomprensión de lo que les ha sucedido. Pienso que esas «normalidades adquiridas» no son casos de éxito, sino la sentencia que conmina, a quienes tienen oídos, para escuchar atentamente todo lo que se grita en el silencio.

Escribo esto porque mis palabras han sido, hasta ahora, un alarido en el sueño, que se traduce en un tenue murmullo en el silencio de la noche. ¿No les ha sucedido? ¿O solo yo grito en los sueños y me despierto para descubrir que solo estoy balbuceando el horror, aun cuando el pecho reverbera y la adrenalina ha acelerado el pulso del corazón? Escribo ahora porque escribir es resistir. Escribo no para huir de la pesadilla sino para enfrentar la oscuridad. Escribir, resistir, vivir. Mi activismo es una forma de resistir, también, pero es una resistencia agotadora. En una entrevista en inglés, Morgan Holmes señaló lo costoso que resulta re-visitar el testimonio: «Es agotador participar en un movimiento que está basado en el testimonio y que requiere que las personas narren el tema repetidamente, una vez tras otra. El testimonio puede ser re-traumatizante; los hace personalmente vulnerables aún si con ello se alcanza algo”. Pienso en las numerosas ocasiones en que he tenido que hacer una pausa para recobrarme de la factura emocional que me cobra el activismo que hacemos. Es en momentos como ese donde agradezco la existencia de aliadxs con el compromiso para acompañar a los espacios más desafiantes, para conducir cuando una necesita soltar el volante, para dialogar aquello que se vuelve obsesivo. Pero también para articular, en colectividad, la rabia, y hacer de ella un motor para denunciar, para luchar, para exigir la justicia del reconocimiento de nuestra experiencia de vida, el acceso a una verdad negada, la reparación, incluso si solo simbólica, a los daños emocionales que produjeron en su afán de prevenir que nos tornáramos en seres infelices e inadaptados. La infelicidad y la inadaptación son luchas cotidianas de todos los seres humanos que jamás alcanzaremos los ideales a los cuales se nos demanda llegar. ¡Qué ganas de complicárnoslo, mutilando nuestros cuerpos, y en el camino mutilando nuestros vínculos con nuestras madres y con nuestros padres! Y todo lo que de ello se deriva. No somos almas flotando en el éter; somos cuerpos tratando de encontrarnos en la materialidad.

Estas han sido algunas de las palabras pendientes por registrar que han revoloteado mi mente, a lo largo de los últimos ocho meses. Palabras que tienen que arrebatársele al silencio. Y en registrar el paso de lo que una hace, de lo que una piensa, de lo que una siente, plasmar una verdad que sea escuchada por quien pueda escuchar. La verdad que llevamos en nuestros cuerpos. El conocimiento objetivo en materia de la experiencia corporal no existe: por definición tiene que ser subjetiva. El discurso médico sobre la intersexualidad debe seguir siendo contestado por el pensamiento social crítico, porque aunque le repateé a los médicos, su práctica proviene no solo de un discurso científico sino también de sus convicciones personales. E incluso el discurso científico está sesgado por las ideas culturales del sexo. Las observaciones que denominamos «objetivas» no son verdades universales, sino contextualizadas en una época y en un lugar geográfico, en una sociedad, en un ambiente. Incluso lo que parece eterno no es sino el efecto de un transcurrir tan lento que escapa al ojo clínico.

Necesitamos aliadxs. Aliadxs que no nos instrumentalicen como la medicina lo ha hecho. Aliadxs que dejen de pensar en términos de «cuántos tipos de intersexualidad existen», y que comiencen a pensar en términos de «cómo la intersexualidad es una violencia en nombre del género». Aliadxs que no piensen que la intersexualidad está dada por «una indiferenciación del sexo en el cerebro», porque lo que hacen es reforzar esa pretensión de que hay una verdad sobre el sexo en el cuerpo, lo cual ha justificado por décadas la mutilación genital de niñas, niños y jóvenes con variaciones de las características sexuales. Pero, sobre todo, aliadxs que dejen de pensar en la intersexualidad como una identidad sexo/genérica, y comiencen a prestarle su voz a quienes están todavía gritando en el silencio del terror nocturno, silencio que no han podido aún quebrar.

Un comentario en “Resistir

  1. Bien, soy brenda soy intersexual y e vivido sin ningún tipo de medicamento de pequeña mi madre intentó acer algo x mi, gracias a Dios el doc la regañó
    y le dijo q no me operara q eso era decisión mía cuando tuviera en claro mi identidad.
    Así q ahí terminaron las visitas al hospital y jamas se hablo del tema hasta q yo me salí d casa e intentaba tener una vida normal d pareja.
    Hoy tengo 31 años, mi vida no es nada sociable aunke me gusta conocer gente y demás si me a afectado terrible el hecho de lidiar con las miradas d la gente obviamente tengo los rasgos d ambos sexos y lo q me mata y en verdad daría cualkier cosa x eliminar es el crecimiento d vello ( si alguien pudiera ayudarme con esto en vrdd cambiaría mi vida) .
    No se si sea necesario o no el tomar medicamentos para mi condición d vida a los 22 años fui sola para ver q pasaba conmigo o q había en mi saque mi seguro popular según yo para apoyarme con los estudios q se venían …
    Fue en vano ya q x ir a endocrinología era especialista y mi seguro no lo cubría..
    Había trabajado y guardado dinero con la intención d comprar un auto tenia al rededor de 25000 ,
    Jamas lo pude comprar x q todo lo invertí en estudios q me mandaban acr todo esto paso en al rededor d un año .
    Para este tiempo ya me había terminado el dinero y como las citas eran constantes no podía trabajar y
    Pedir permisos cada semana para faltar había decidido acr las cosas bien y no faltar a mis citas pero cuando le pregunté a mi doctora cuanto me faltaba x asistir a las citas y estudios y demás su respuesta me dejo sin habla.
    Ella me dijo tu seras paciente d por vida !.
    Esa fue la ultima cita a la acudí no cuento con los recuersos necesarios o algun tipo de apoyo económico para continuar la ultima cita fue a los 22 años deje d tomar anticonceptivos , espironolactona, dexametazona bueno esta ultima la tome muy poco x q me reventó los tejidos d la piel (ojo) del vientre y atrás d las rodillas tipo estrías rojas es muy agresiva esa pastilla..
    Bueno me gustaría acr algo ser parte de este movimiento en serio me apasiona ayudar y siempre me a yenado el alma acerlo .
    Esperó ser tomada en cuenta muxas gracias x su atención y les dejó mis datos esperó les sirva d algo

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