En el tiempo que llevo trabajando en la promoción de los derechos de las personas intersex, hay un tema que genera controversia, en mi opinión sin razón para que así fuera. Si lo abordo en esta ocasión, es porque reconozco que hace falta aclararlo: hablo acerca de la visibilidad del activismo intersex. Para ello, me valdré de tres anécdotas.
La primera es referida, dos personas intersex y una aliada de la comunidad que participaron en un evento público fueron interpeladas por una persona de la comunidad LGBT. Esta persona expresó su desacuerdo con que la comunidad intersex no fuera tan abierta, que no fuera visible. Que cómo esperábamos que las personas simpatizaran con nosotrxs si no éramos públicxs. La segunda ocasión que surgió el tema fue en medio de una reunión con activistas de otros países. Una de las personas manifestó su desacuerdo con que algunxs optáramos por un perfil más bajo, por emplear seudónimos en vez de nuestros nombres legales, y dijo que con ello solo promovíamos el temor y el estigma. La tercera ocasión fue hace poco, en un evento donde intervine públicamente. Un aliado de la comunidad me felicitó por haberme decidido a participar, a ser más visible. Entendí que lo decía como un cumplido, pero hubo un eco en mi interior que me hizo cuestionar el significado de la palabra visibilidad en el contexto del activismo por los derechos de las personas intersex.
El común denominador de estas tres anécdotas no salta a la vista si antes no se entiende lo tremendamente difícil que es para una persona asumir la historia propia con una voluntad política, es decir, con el deseo de promover un cambio, de marcar una diferencia, de generar una reacción que lleve a una transformación del estado de las cosas como son. Esto es especialmente cierto para las personas intersex. En este sentido, confieso que hace años miraba a los activistas de cualquier tema con cierto desdén. Como muchas de las personas que viven absortas en el trajín cotidiano y en la creencia de la existencia de jerarquías morales dadas por el quehacer, la formación y la profesión, yo me situaba desde una posición falsa de superioridad moral y pensaba: «¿Por qué no se encuentran un trabajo real?» ¿Cómo fue que una persona que pensaba de esa forma mudó su ocupación hacia aquello que tenía en tan baja estima? Como casi cualquier transformación real, provino de una convicción profunda, y para que sea profunda, debe ser personal. Descubrir mi historia personal me hizo darme cuenta de muchas cosas que estaban mal, no a causa de una maquiavélica disposición de un grupo de especialistas médicos del IMSS a comienzos de los años ’80s, ni por el bienintencionado despropósito de mis padres al acceder a seguir el consejo de las eminencias médicas, sino porque socialmente existen montones de condicionantes sociales y culturales que avalan y dan por bueno ese pensar y ese obrar tan hondamente violento. Condicionantes muchas de las cuales solo estoy consciente porque son las que más cercanamente me han tocado, a mí y a mi familia, pero que también estoy consciente que hay muchísimas otras que existen y ocurren, aunque yo no las haya vivido en mi propia experiencia de vida. Lupita Chávez, en su propio testimonio de vida, dice: «no ofrezco mi testimonio para victimizarme sino para ayudar a más personas que nacieron con esta condición». Hace solo unos días, una amiga me dijo que quería hacer algo para ayudar, y yo le ofrecí la misma solución que funcionó para mi, y que ha funcionado para muchxs: escribir su propio testimonio de vida. Porque al escribir la propia historia, unx se reencuentra a si mismx, y valoriza aquello que sirve para aprender y aquello que hay que dejar ir, y permite también determinar lo que se quiere hacer en adelante. En el caso de Lupita, como en el mío y en el de muchas personas, el testimonio no es para inducir a la compasión mal comprendida, aquella que supone que poner atención a historias como las nuestras les ayudan a ser mejores seres humanos o a ser una sociedad con mayor empatía, como si por obra de un artilugio alquímico nuestra conciencia se limpiara y nuestras omisiones nos fuesen eximidas; no, el testimonio sirve para generar conciencia de lo que como seres humanos estamos ignorando, a veces deliberadamente, y cuestionar nuestras bases tan inconscientemente asimiladas. En este momento, recuerdo a una persona que, tras un evento donde di mi testimonio, se me acercó como si quisiera consolarme (en verdad, aquella vez me puse muy emotiva al hablar ante el público). No necesitaba consuelo; necesitaba reconocimiento, y no hacia mi persona, sino hacia las realidades que siguen sucediendo como sucedió en mi caso. Imagino que aquella persona no sabía de qué otra forma reaccionar ante una situación que hasta ese día había desconocido. Quizás sea esa la primera e inevitable reacción de algunas personas que piensan que pueden ayudar, aunque no sepan cómo. Como quienes ven a una persona convulsionarse en un episodio epiléptico, ansiosos sin saber cómo actuar, hasta que alguna persona interviene de forma eficaz, o hasta que son educados al respecto.

No creo que ser visible signifique presentarse en foros públicos y desnudar el alma (o el cuerpo) sin motivo. No creo que ser visible se traduzca directamente en manifestarse en una plaza pública, o en hacer una caminata, trote, rodada o marcha. Aunque entiendo muy bien que para algunas personas, esas sean formas poderosas de ser visibles, la visibilidad no puede, no debe exigir de ninguna forma como requisito indispensable la presencia de un cuerpo y de un rostro, de un nombre, de una figura pública; debería, en cambio, exigir una mayor atención a la voces, a las demandas, al pensamiento crítico, a las diversas formas de manifestación de nuestra existencia como el arte y la literatura hechos por personas intersex, más que a un cuerpo o a un rostro o a un nombre. La visibilidad que me interesa es la del tema intersex como tal. Recuerdo un comentario que escuché una vez de un aliado, a la pregunta de una asistente a un evento que dimos hace unos meses, que resume a la perfección lo que para mi (y para todo aliado de nuestra lucha) debería significar la visibilidad intersex: aquella vez, alguien preguntó por Laura Inter. —¿Tú sabes si Laura Inter está aquí?—, preguntó aquella persona, y el aliado, con toda templanza, replicó: —Si Laura Inter está aquí, ella vendrá a ti —. Y es verdad: si una persona intersex quiere hacerse presente o pública en un foro dado, lo hará, en sus tiempos, en sus términos. No se puede pedir otra cosa de nadie, en realidad. Aquella persona de la comunidad LGBT que interpeló a lxs participantes del foro estaba parcialmente equivocada en dar por sentado que la única forma de lograr avances era siendo públicos. Parcialmente, porque no le veo sentido ser públicamente intersex solo para saciar la curiosidad de quienes quieren saber cómo es una persona intersex, pero sí que hay que saber elegir los foros y los momentos en los cuales nombrarse intersex, especialmente cuando la oportunidad se presenta de propiciar un cambio, de generar conciencia. Está también el tema de la inseguridad a la que se enfrentan las personas que se dedican a cualquier forma de activismo, circunstancias tales que exigen una forma inteligente de actuar sin con ello acallarse, sin con ello someterse nuevamente al yugo del estigma social. Las personas que nos criticaban a los que elegíamos un perfil bajo en aquella reunión ciertamente provenían de un entorno más seguro que México, de un país de la esfera occidental donde se puede dar la cara como persona intersex pues el riesgo a asumir es menor. No se trata de agachar la cabeza en derrota, sino de ser conscientes de que no necesitamos mártires, sino agentes de cambio que impulsen una transición social, sin violencia, sin muertes. Mi interés es cuestionar, es revolucionar las mentes de las personas, es plantearles preguntas que eventualmente le haga salir por si mismas de ese sopor que tan bien conozco. Mi interés, en fin, no es ser corifeo de ninguna cruzada, sino voz que se sume a la cuestión crítica de una era que tiene que deshacerse de sus prejuicios y asumir la diversidad más amplia de la naturaleza humana.