La intersexualidad no es un argumento para la identidad de género: una denuncia.

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Las banderas intersex. Crédito: Inge Toft Thapprakhon (Intersex Danmark)

Hace unos meses publiqué «La bandera de otros, o de cómo hacen falta más voces e historias intersex», texto en el que hacía mención de ciertos «aliados» que entorpecen y perjudican la lucha del movimiento intersex por reivindicar los derechos de las personas nacidas con variaciones en sus características sexuales (especialmente los de niños, niñas y adolescentes, por mucho el grupo más vulnerable y cuya problemática es la menos entendida). Dichos individuos a menudo usan el aspecto de la diversidad biológica en los marcadores sexuales de las personas intersex solamente para argumentar a favor de cómo el género no está relacionado con un sexo biológico que ni siquiera es unívoco en su definición. Hoy vuelvo a abordar el tema, porque me resulta preocupante el protagonismo creciente de ciertos activistas, defensores de los derechos humanos, médicos y profesionales de la sexología, que se presentan como «expertos» en foros donde se habla de la intersexualidad, pero que no comprenden la temática intersex, y que respaldan su «experiencia» con una trayectoria profesional y académica en torno al tema de la identidad de género.

La identidad de género (al igual que la orientación sexual) es una componente propio de la identidad de cualquier persona. Es un rasgo definitorio de la manera en que se desenvuelve en el mundo y en que es reconocida por otras personas. Sin duda, es un aspecto fundamental de la vivencia de cualquier persona, uno que a menudo no es cuestionado en las personas cuya identidad no entra en conflicto con la noción social que la asocia a una corporalidad específica (por ejemplo, una identidad femenina con una corporalidad típicamente femenina). Existen muchas personas intersex que no se cuestionan su identidad de género, a pesar de que su corporalidad no se ajuste completamente a la definición biológica que la sociedad considera que le corresponde. También existen muchas personas intersex que sí se la cuestionan, y que buscan el modo de ser congruentes consigo mismas, asumiendo una identidad opuesta en el rango binario (femenino-masculino), o una identidad dentro de un continuum entre estos dos (género fluido) o simplemente que no se identifican con ninguna de estas identidades y viven fuera de las etiquetas binarias (género no-binario). Pero esta cuestión no es en modo alguno el centro de la temática intersex.

Incluso aunque existen personas intersex que viven experiencias trans, esto no significa que el enfoque para abordar la intersexualidad sea el mismo, porque, para comenzar, la experiencia intersexual gira alrededor de cómo reacciona la sociedad, principalmente desde la institución médica, ante el nacimiento de una persona con características sexuales atípicas, respecto a la configuración típica de las categorías masculino – femenino. ¿Y cómo reacciona? Principalmente a través del uso de un lenguaje patologizador, al exponer las variaciones cromosómicas como «anomalías» médicas, al tipificar genitales «ambiguos» como una «malformación» del proceso de diferenciación sexual, al asignarle a las gónadas de un recién nacido una «malignidad» cancerígena que no es más alta que la de otros órganos o partes del cuerpo; en general, al preservar la idea de que cualquier nacimiento fuera de la expectativa social requiere una corrección, una intervención. No tan distinto a lo que ocurre en los nacimientos de personas con Síndrome de Down, o de personas con discapacidades congénitas; no cabe en el imaginario colectivo la posibilidad de que las experiencias de vida a través de cuerpos fuera de la norma puedan ser plenas, felices y productivas.

De tal forma, se promueve una normalidad a través de tales intervenciones, pero lo que no se comprende es que las intervenciones que no son médicamente necesarias dejan huellas no solo en el cuerpo sino en la psique. Lo que se vende, pues, no es una normalidad sino una normalización: no hay lugar para lo diferente incluso si lo diferente no entraña una amenaza a la salud. La integración social está condicionada a la normalización. Y este condicionamiento se manifiesta a través de los miedos y fobias de los padres, de los médicos, de la familia, de maestros y compañeros de clase, de colegas, de propios y extraños. Y como un recién nacido no tiene capacidad de articular una opinión propia, muchos padres se arrogan el derecho de decidir sobre su cuerpo en función de sus miedos y fobias, creyendo que están haciéndole un bien, sin entender las consecuencias potenciales de cirugías y tratamientos irreversibles. Si hubiera marcha atrás, ¿qué sentido tendría hablar de esto? Pero el adulto intersex que ha atravesado esta medicalización de su cuerpo durante su infancia no puede elegir volver a tener sus gónadas ni sus genitales como los tuvo al nacer. Y, a menudo, esa normalidad prometida a través de una normalización deviene en problemas crónicos de salud, insensibilidad sexual, trauma, depresión… Es de esto es de lo que debemos hablar primero cuando hablamos de la intersexualidad.

Retomo el tema original de esta publicación: es lamentable la invisibilidad de la intersexualidad en los foros sobre diversidad sexual. Las personas que dentro del movimiento siguen pugnando por una mayor visibilidad dentro del movimiento LGBTQ suelen decir que la «I» no es de «invisible», pero pareciera que la mayoría de los «aliados» agregan la «I» por «inclusivos». Como ya he dicho antes, ¿qué valor tiene esa inclusión si esos «aliados» solo utilizan nuestra existencia para probar y reforzar sus propios argumentos a favor de la identidad de género? Pero lo que ya no es lamentable sino alarmante es que estos «aliados» se proclamen a sí mismos (o se hagan proclamar por otros) como campeones de la diversidad, y de paso como «expertos» en la temática intersex, con el propósito principal de impulsar sus carreras profesionales, usándonos para legitimar su interpretación de la problemática intersex centrada en el tema del género, ignorando el eje de la lucha del movimiento intersex (ignorando, de hecho, los aspectos más delicados y fundamentales de la temática intersex), acaparando los reflectores, el discurso e incluso los recursos institucionales para seguir lustrando sus títulos. Todavía más preocupante es que estas instituciones, bajo la insignia de la diversidad sexual y la inclusión, se presten para incrementar la legitimidad de estos grupos, los cuales no dudo que brinden un servicio (intencional o accidentalmente) a la comunidad trans y a las infancias trans. Lo inadmisible es que, al hablar de identidad de género en el contexto de los niños, niñas y adolescentes intersex, se desvíe la atención de la patologización de sus cuerpos y la violencia médica a la que son sometidos con el consentimiento de la sociedad. ¿Acaso una ley de identidad de género protegería la corporalidad de las y los niñas, niños y adolescentes intersex? ¿Cómo va a ayudar la creación de clínicas de género a eliminar la medicalización de la intersexualidad? Es obvio que, sin una comprensión de la temática intersex, el discurso médico (al que academia e instituciones continúan privilegiando) seguirá refiriéndose a la intersexualidad en términos de síndromes, enfermedades endocrinas, malformaciones y anomalías. 

Hoy en día, es de celebrar que haya una consciencia cada vez mayor acerca del valor de la diversidad y de la necesidad de inclusión y tolerancia hacia esta diversidad. En particular, celebro que haya una creciente aceptación de la diversidad sexual, pese a las resistencias de grupos conservadores que han emprendido una «cruzada» en un sentido más literal que figurativo de la palabra. Pero lamento que dentro de esta diversidad sexual, esa letra «I» quede como un mero adorno, incluida por el ánimo de ser inclusivos, incluida porque es conveniente a los fines de quienes ven en nuestra existencia el argumento idóneo para elaborar sus discursos, sin exhibir un interés genuino por entender la intersexualidad, incluyéndola sólo porque implica la palabra «sexo» dentro de sí. Cada vez es más imperativo que las voces de las personas intersexuales se alcen a la par de los foros donde se habla de nosotrxs, pero sin nosotrxs, y que privilegian a médicos y a «expertos». Y que, si así resulta necesario, que el movimiento intersexual busque aliados más empáticos dentro de la academia, de la medicina, de los tribunales y ámbitos jurídicos, de las instituciones públicas, que realmente sientan una afinidad y un deseo de aportar más allá de un mero beneficio personal y estén dispuestos a escuchar y aprender, para así trazar un camino propio, con una voz propia, con una identidad propia.

Addendum / 2 de septiembre de 2017:

Considero necesario aclarar algo que omití mencionar en esta publicación: cuando hablo de aliados en las instituciones, en la academia, en la medicina y en los ámbitos jurídicos, debo destacar que sí existe un apoyo y una apertura de algunos actores e instituciones a escuchar lo que, como personas intersex, tenemos que decir del tema. A lo largo del tiempo que he estado involucrada en el trabajo por los derechos de las personas intersex, instituciones como Conapred y la Secretaría de Salud no solo han demostrado una voluntad favorable a privilegiar el discurso desde los derechos humanos, sino incluso a aprender y a promover una visión despatologizadora de la intersexualidad. Destacados miembros de la academia en México, gente que lleva años, décadas incluso, trabajando en el tema de la diversidad, el género y la sexualidad, han tenido mucha sensibilidad para escuchar lo que tenemos que decir, reconociendo su conocimiento limitado a pesar de su incuestionable trayectoria. Y aunque la mayor parte de la comunidad de sexólogos no necesariamente comparten esta sensibilidad, existen algunos que nos han abierto sus espacios para hablar y debatir, desde un lugar de respeto y reconocimiento a nuestras experiencias de vida. Finalmente, existen muchos médicos que han alzado la voz para preguntarnos directamente sobre lo que hemos visto, porque les interesa saber, les interesa averiguar qué pasa con esas niñas y esos niños y adolescentes a los que, por diversos motivos, han perdido de vista al llegar a la edad adulta.

Esta publicación surgió debido a que existen otros foros que, situándose desde la diversidad, la equidad y la defensa de los derechos humanos, optan por preferir la perspectiva de personas endosex (es decir, que no son intersex) para abordar la intersexualidad en calidad de «expertos», legitimándose a través de su trabajo en temas de género para hablar del tema de forma sesgada y a partir de intereses personales. Si mi texto no ha reflejado inicialmente ese aspecto con claridad, espero que ahora sí lo haga. Este es un tema que sin duda volveré a visitar en el futuro, pues es una constante en la lucha por la visibilidad de la intersexualidad y el reconocimiento a los derechos de las personas intersex.

A todas esas personas a los que, sin nombrar, he aludido en el primer párrafo de este addendum (ellas y ellos saben quiénes son), que han sabido valorar nuestro trabajo como comunidad y se han erigido en auténticos aliadas y aliados de las personas intersex, les debo todo mi agradecimiento y reconocimiento. 

8 comentarios en “La intersexualidad no es un argumento para la identidad de género: una denuncia.

  1. A mí también me tiene harta que en estas discusiones sobre la identidad o los feminismos sacan lo intersex como argumento para otros intereses, como si la existencia de lo intersex o el hecho de que el sexo es más complejo de lo que se cree, quisiera decir automáticamente que el sexo no existe, o que es irrelevante o que legitima lo trans por defecto.

    Me metí a tu página de FB y vi ahí un post de un medio que te buscaba para participar en un programa o algo así. Le respondías que por anteriores malas experiencias preferías no participar :/ Me parece algo contraproducente estratégicamente porque precisamente cómo estar presentes en las discusiones y que no se hable ‘de nosotros sin nosotros’ si a veces ustedes mismes declinan ese tipo de oportunidades que buscan consultar con personas intersex sobre su experiencia. Debido a eso, en ese programa en particular ya solo tendrán a los otros ‘expertos’ y no a personas desde la experiencia intersex. Creo que no todos son malintencionados, si estas personas tienen ideas erróneas, justamente a partir de esta interacción las pueden corregir, en segunda, no tienes manera de saber quién es intersex y se quiere acercar, (a mí me ha pasado que me intento a acercar a la comunidad intersex y me ven con sospecha).

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  2. Hana, está muy bien situado, y desde una perspectiva intersex este texto que escribiste: «La intersexualidad no es un argumento para la identidad de género: una denuncia». Quiero preguntarte si puede publicarlo en el blog que coordinaré y estará en linea desde la segunda quincena y un poco antes: «Derechos Humanos Intersex.». Gracias

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  3. Hola. Consideras que la intersexualidad debería ir dentro de la diversidad sexual, las personas trans dentro de la diversidad de género, y las personas no heterosexuales dentro de la diversidad con relación a la orientación sexual? porque sino, el cual diversidad entrarían las personas intersex, diversidad…

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  4. ¡Hola! Me encantó lo que leí y concuerdo con este discurso. Quería preguntar, ¿qué apreciación les genera el asunto del consentimiento informado de los niños y niñas para el sometimiento a estas cirugías invasivas? Lo pregunto porque aquí en Colombia, la regla establecida por la Corte Constitucional son los 5 años, para que el menor preste su autorización (lo cual me parece una edad muy temprana, demasiado), aún más teniendo en cuenta las repercusiones. Es como «primemos la voluntad del niño o niña, pero solo en este tipo de casos». ¿A qué creen que obedece esa generosidad?

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