El primer paso del camino.

El pasado 23 de noviembre se llevó a cabo una jornada de capacitación al personal de atención a quejas y directivos del Consejo Nacional para la Prevención de la Discriminación (Conapred), en México, D.F. El propósito principal fue sensibilizar y generar consciencia entre los colaboradores de esta dependencia gubernamental que atiende las denuncias de discriminación de diversos sectores de la población -sectores vulnerables, esencialmente- en sus entornos de trabajo, en servicios médicos o en la atención recibida por parte de otros organismos del gobierno, por citar algunos ejemplos.

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El equipo encargado de la capacitación se conformó de un total de ocho personas; cinco de ellas éramos intersex. Se contó con la intervención especial del equipo de Brújula Intersexual, encabezado por Laura Inter, y la profesora e investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, Eva Alcántara. La dinámica consistió en la presentación de una introducción histórica al tema de la intersexualidad, y en la lectura del testimonio de vida individual por parte de cada una de las personas intersex que estuvimos presentes, así como en un repaso de los retos y escenarios donde la comunidad intersex es particularmente susceptible de discriminación y violencia.

Fue la lectura de los testimonios lo que dejó una profunda impronta en los asistentes de las sesiones matutina y vespertina. Más allá de cubrir la expectativa de la capacitación, el hecho de que los colaboradores de Conapred pudieran asociar las narrativas a personas con rostro humano que, como ellos, experimentan dificultades y durezas particulares de la vida todos los días, fue uno de los mayores logros de la jornada. Aunque era fácil caer en la victimización, el grupo dejó en claro que el propósito de nuestra presencia era dar visibilidad a la realidad que encaramos en función del pasado que vivimos, y el futuro que buscamos construir.

Una de las conclusiones inmediatas fue que no había una clara comprensión de la intersexualidad por parte de algunos de los participantes, y que para otros no eran claras las dificultades que podíamos experimentar como individuos en esta sociedad. También se hizo notar que la falta de visibilidad dificulta esta comprensión. Otra de las conclusiones fue que cualquier esfuerzo que provenga del gobierno federal, o de cualquier entidad para tal fin, no puede ser una espontaneidad sino que debe ser un esfuerzo conjunto con integrantes de la comunidad intersex, y que debe ser totalmente aprobado por esta, bajo el principio de nada sobre nosotrxs sin nosotrxs.

Considero que la jornada de trabajo fue un comienzo provechoso. Es obvio que el equipo que acudió no puede erigirse como único portavoz de la comunidad intersex, pero la presencia que se dio fue importante y necesaria, como una arista de lo que debe constituirse en un mosaico de esfuerzos, grupales e individuales, proyectos todos en favor de dar visibilidad y reclamar un cambio en los temas que nos afectan directamente a los que estamos aquí y a los que están en el vientre de sus madres. Sobre este aspecto, también creo que es indispensable establecer lazos con padres de familia, mitigar la ansiedad sobre el futuro de los bebés intersex, tratando de responder para tal fin cualquier duda que tengan sobre la experiencia de vida. A este sentido, cabe destacar la breve pero valiosa (y valiente) intervención de una madre de una persona intersex presente en el auditorio, la cual dijo algo muy sencillo pero poderoso: es necesario ponernos en los zapatos de la persona por un minuto para comprender que no se trata de una vociferación vana; que se trata de un reclamo justo y fundamental. También es claro que se necesita un diálogo con la comunidad médica para construir puentes de entendimiento y apuntalar un cambio que probablemente no será inmediato, pero que es necesario propagar para que ese reclamo se traduzca en nuevas realidades.