ADVERTENCIA: este es un artículo en el que intento manifestar mi opinión particular sobre el por qué la intersexualidad no es un elemento de la diversidad sexual que engloba el acrónimo de la comunidad LGBT, y el por qué debería ser visible por sí sola.
ADDENDUM: El presente texto fue actualizado el 8 de diciembre de 2016 para enfatizar los aspectos particulares del activismo intersexual y facilitar su entendimiento y divulgación.
Hablemos, pues.
Durante la capacitación en materia de intersexualidad que se dio al personal del Consejo Nacional para la Prevención de la Discriminación (http://www.conapred.org.mx), surgió una inquietud que hasta antes del foro parecía algo obvio, pero que desde entonces se tornó necesario repensar: en la Ciudad de México existe el acrónimo LGBTTTI (Lésbico, Gay, Bisexual, Transgénero, Transexual, Trasvesti e Intersex), el cual sirve para englobar y visibilizar a los grupos de la diversidad sexual. Sin duda esto ha ayudado a que algunas personas comiencen a familiarizarse con el término “intersexualidad”. Lo cuestionable es que este enfoque tiende a generar más confusión que certeza. La percepción original de muchos de los asistentes al foro era que la intersexualidad era una componente más de la diversidad sexual, entendida como una orientación sexual o como una identidad de género. Al término del evento la comprensión fue otra, más próxima a la realidad: que la intersexualidad no es una orientación sexual, ni un género, ni una identidad ni rol de género; que si bien los temas de identidad de género y orientación sexual son afines al resto de la comunidad LGBTQ, nuestra verdadera pugna es por el pleno respeto a nuestros derechos humanos y el reconocimiento a la autonomía corporal. Es decir, que se trata de tener decisión sobre las características biológicas que hacen diferentes a nuestros cuerpos, y del trabajo a nivel social para visibilizar esa heterogeneidad natural del cuerpo humano, así como de detener la intervención que se hace sobre nuestros cuerpos a edades tempranas con el simple propósito de mitigar la ansiedad social que provoca el que nuestros cuerpos no encajen en la definición binaria típica que vincula sexo y género como aspectos indisolubles, perpetuando así, de forma violenta e irreversible, lo que supuestamente tratan de evitar: el estigma y la discriminación contra lo que es diferente.
El debate que propongo sobre la inclusión de la “I” en el acrónimo del colectivo parece ocioso. Durante años, la comunidad LGBTQ ha hecho enormes avances en la lucha por el reconocimiento de los derechos humanos y la validación de los derechos civiles de sus integrantes, algo que debería ser obvio para cualquier persona dentro de una sociedad que se proclama libre y democrática. En este artículo no intento en absoluto minimizar esa lucha, pues respeto y agradezco su valor y los resultados arrojados tras varias décadas; sin duda existen numerosos puntos de intersección entre las aspiraciones de los individuos que conformamos la comunidad intersex y las oportunidades abiertas gracias a años de diálogo y de pugna.
No deja de haber un sentimiento de solidaridad hacia el movimiento LGBTQ puesto que sus vivencias son comunes a las de muchas personas intersex: por ejemplo, aquellas que tienen experiencias de vida trans y queer, y que optan por una identidad de género diferente a la asignada al nacer, o que disfrutan de una experiencia andrógina plena, o que acuden libremente al quirófano para transformar sus cuerpos y vivir una vida que puede igual seguir siendo queer o completamente cisgénero. Asimismo, otras personas, asumiendo libremente la etiqueta desde un entendimiento cisgénero de su propio cuerpo, tienen orientaciones heterosexuales, bisexuales y homosexuales. Finalmente existen los que eligen vivir sin ninguna etiqueta, experimentando su sexualidad libre y sanamente, asumiendo un rol de género implícito y a veces no, pero que no por ello dejan de reconocer el valor de la lucha de la comunidad LGBTQ. Pero la demanda de la comunidad intersex es específica: el derecho y el respeto a la autonomía del cuerpo desde el momento en que se nace. Esta demanda requiere un enfoque muy concreto hacia la comunidad médica y la sociedad en general, porque implica rediseñar normas médicas y marcos legales. El movimiento intersexual surgió como una respuesta de los individuos intersex ante el enfoque clínico (que perdura hasta nuestros días) promovido por sexólogos, urólogos y endocrinólogos, entre otros especialistas, a partir de la década de los 1950s (Karkazis, 2008). Dicho enfoque ha buscado desde entonces la “normalización” de nuestros cuerpos diferentes, es decir, forzarlos a acoplarse a la definición típica de un cuerpo sexuado y un género específico, mediante cirugías, terapias hormonales y otros procedimientos clínicos. La lucha de la comunidad intersex no solo es por erradicar estos procedimientos, sino para transformar el paradigma binario de sexo y género. Considero que, así como muchos individuos intersex que se identifican con la comunidad LGBTQ se han beneficiado y participan de su activismo, los resultados del activismo propiamente intersexual serían igualmente benéficos para la comunidad LGBTQ; como ejemplo puedo citar la eliminación de la casilla de género de los documentos oficiales, pero va más allá: la posibilidad de que nuestra misma existencia replanteé la identidad de género, indistintamente del sexo biológico, ofrece una perspectiva liberadora para generaciones futuras.
Dicho lo anterior, estimo que es inexacto incluir a la intersexualidad como un elemento de la diversidad sexual, al menos como si se tratara de una identidad de género o de una orientación sexual, porque la lucha es por el propio cuerpo, y por la experiencia de vida que la autonomía del cuerpo conlleva, independientemente de la identidad de género que se asuma o de la orientación sexual que se viva. Asimismo, existe otro punto a considerar: más allá de que existe un amplio sector de la sociedad que comienza a aceptar la diversidad sexual, es necesario un desmarque inicial del estigma que acarrea la homofobia y el sexismo de una sociedad heteronormativa. Considero pertinente que así sea dado que uno de los propósitos iniciales del activismo intersexual es dar visibilidad a la comunidad, a su realidad, a sus desafíos y a su demanda particular; la falta de información, los prejuicios que perviven y los miedos que suscita el nacimiento de un bebé intersexual en la mente de los padres de familia por todo lo anteriormente citado es lo que termina arrojándolos a la plancha quirúrgica a edades demasiado tiernas, cuando los individuos intersex, siendo infantes, niñxs y adolescentes, se les arrebata el derecho a decidir, ya no digamos a opinar, sobre su propio cuerpo. Estos miedos y prejuicios se expresan en fórmulas como “no le puedo privar de un género a mi hijx, porque los niños son muy crueles”. Cuando decimos esto, perdemos de vista que los niños tienden a discriminar y agredir porque socialmente les enseñamos que es aceptable hacer a un lado a los “raros”, a los “pervertidos”, etc., aunque en el discurso digamos lo contrario. El hecho de insistir en vivir dentro de un modelo social de control y dominación es lo que facilita la discriminación y la violencia hacia lo diferente; estos son los aspectos que avivan el miedo de los padres de bebés intersex. Si no se hace visible primero que la “I” de LGBTQI no es ni identidad de género ni orientación sexual, y a continuación no comenzamos a educar en lo irracional de los temores en la mente de los padres de familia, la asociación de la “I” con LGBTQ no ayudará a los bebés por nacer.
Mi opinión personal es que la “I” de intersexualidad debería ser visible por sí sola, y que LGBTQ e I continúen beneficiándose mutuamente, incluso si luchando por aparte, en el contexto de la demanda por los derechos humanos y civiles. La bandera que nos hermana es la del reconocimiento a la diversidad del género humano. Hacernos a un lado como comunidad no significa ignorar la lucha de la LGBTQ, sino reconocer la especificidad de nuestras demandas, y los medios concretos para materializarlas.
Entiendo lo que dices, pero la verdad es que cada letra del conjunto LGBTTTIAQ etc podría argumentar lo mismo, es decir, que sus demandas son demasiado específicas para ser juntadas con todo ese colectivo, y de hecho sí lo hacen. No se si estés familiarizado/a con el movimiento que algunos LG tienen para sacar la T fuera de su colectiva, y precisamente el argumento es que sus luchas son demasiado distintas. La mayoría de la gente gay no siente que tenga nada en común con la gente trans, pues sus luchas tienen que ver sólo con orientación sexual y no identidad de género, que es un tema muy distinto. la LGBTI es una ficción, pero no porque la I no tenga nada en común con los otros, sino que cada una de las letras no lo tiene, y honestamente no se identifican en nada con los demás. La mayoría de gays no se identifican con trans ni inter.y viceversa. Es la trampa de las políticas de identidad, los activistas gringos ya llevan años hablando de esto.
Lo que dices de el estigma de LGBT me parece medio chistoso, yo creo que es mil veces más probable que a un niño lo discriminen por asociársele con la palabra con H, que por gay. te lo digo como persona gay e inter. Hoy en día ya a nadie le importa que seas gay, pero ser H.. es otra cosa. Incluso la gente más liberal y progre que conozco aceptaría lo gay mucho antes que lo inter, ni se diga de la gente reaccionaria.
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Entiendo tu argumento. Para serte honesta, la publicación la hago desde la perspectiva intersex, sin intentar abordar por el momento el sentido de la denominación misma del colectivo como una entidad de intereses en común. Si tuviera que hacerlo, tendría que decir que si bien cada segmento del colectivo tiene sus propias demandas, hay un cruce entre todas ellas que implica el reconocimiento de la diferencia en la experiencia de vida enfocada desde la sexualidad y la corporalidad. La complejidad y las variantes de estas manifestaciones hacen que haya por fuerza una identificación, fuera de que miembros de cada segmento se sientan ajenos a la totalidad del colectivo. Mi opinión es muy enfocada a que la visibilidad de la comunidad intersex y su problemática queda diluida no por causa del colectivo, sino de la comprensión afuera del colectivo. Entiendo que este es el caso también de la comunidad trans, de la cual también se tiene una pobre comprensión fuera del colectivo (y muchas veces hasta dentro del mismo). De ahí que no descarto que siga existiendo una vinculación, pero que al mismo tiempo se dé un activismo paralelo.
Sobre el estigma, no digo que la palabra H no sea motivo mismo de estigmatización. Sin duda forma parte de la preocupación de padres de familia al momento de elegir las cirugías cosméticas. Pero no podemos negar que la errónea asociación de identidad de género va fuertemente vinculada todavía con la incertidumbre sobre la orientación sexual. Como individuos no nos preocupa la orientación, la podemos aceptar como es (aunque este sigue sin ser el caso de la mayoría). Pero para muchos padres de familia, es todavía difícil disociar estas concepciones, ya no digamos aceptar que, sin importar el género de su bebé, este ejercerá su sexualidad al crecer, con o sin etiquetas.
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Hola, de nuevo. Gracias por contestar. En realidad sí estoy muy de acuerdo con las cosas que dices. Hay aún bastante desconocimiento de lo que implica lo intersex y cotidianamente mucha gente lo sigue asociando con las nuevas identidades de género y orientaciones sexuales, con el lenguaje de lo cis, trans, demi, género no binario, genderfluid, genderqueer, y todas esas cosas que como dices, más bien confunden la realidad de las corporalidades intersexuales. Una vez vi un video en youtube donde posicionaban a lo intersex como una de tantas etiquetas de género. Desde este punto sí entiendo mucho la necesidad de crear otros espacios fuera del lgbti.
Siento que hay ventajas y desventajas de pertenecer al LGBTI y de ser asociado con ellos. Concuerdo también en que hay que trabajar tanto desde dentro del lgbti como fuera en un activismo paralelo, pues si bien, como dices, hay ciertos cruces que nos unen -la diversidad sexual/corporal- , también es cierto que las especificidades de lo intersex se diluyen en esa sopa de letras. por ejemplo, yo creo que todos sabemos que usualmente cuando vemos que habrá eventos, mitines, marchas, conferencias, festivales de cine etc de temáticas ‘lgbtttiqa’ usualmente lo que en realidad quieren decir es sólo G-B-T, osea lo gay, bi y lo trans. La I suele quedar rezagada de los discursos y representaciones (aunque bueno, la verdad también siento que en los últimos esto ha empezado a cambiar un poco).
Por cierto le eché un ojo a tu blog y me encanta, tratas temas muy buenos, muy buen trabajo.
Le estaré siguiendo la pista.
Saludos!
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Hola, apenas vi tu comentario para moderación, por algún motivo WordPress lo colocó como spam, evidentemente no lo es.
Gracias por tus palabras, debo mencionar que, efectivamente, dentro del mismo colectivo existen divergencias que, opino, provienen de un anhelo de aceptación e integración a una sociedad que tradicionalmente les rechaza, caso específico de la L, la G y la B. Pero la Q es sin duda una de las comunidades menos comprendidas, justamente porque son las que más se atreven a transgredir las definiciones rígidas de expresión de género. Toda la comunidad trans, por otro lado, es la más discriminada porque rompen el esquema sexo=género=rol=identidad=orientación que mamamos desde críos. Acaso sea este el grupo con el que más compartimos retos, especialmente porque hay un número considerable de adultos ínter que viven una experiencia trans como una forma de recuperar el derecho sobre su cuerpo que les fue negado en su infancia. Caso muy concreto el del activista Mauro Cabral, individuo intersexual y persona trans. Y qué mejor ejemplo que él para saber de qué se trata la lucha en la que nos encontramos.
¡Saludos!
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